Black Friday… Estas dos palabras aparecen en todas partes: en la tele, la radio, la prensa, en internet, en la cola del supermercado, en el ascensor, en la oficina. Piénsalo bien: ¿quién no ha pronunciado “black friday” esta semana?
De repente, todo nos hace falta, surgen nuevas necesidades como por arte de magia y la estrategia endemoniada de las grandes marcas nos convence de que hay que cubrirlas ya y hoy. Si esperas o pasas de largo, tu vida está acabada y además eres tonto por no haberte aprovechado de esos mega descuentos.
Lo más peligroso es sentarse frente al ordenador y dejarse seducir por la compra online. No te das cuenta de lo que gastas ni de lo que compras. Tu cesta virtual se llena y tú eres feliz, hasta que consultas tu cuenta bancaria y ésta te chiva todos tus excesos.
Sí, sé que hay gangas, auténticos chollazos, yo también he comprado algunas cosas esta semana a muy buen precio, pero he tenido que ser fuerte, muy fuerte, para no sucumbir a las doscientas mil tentaciones que bombardeaban mi pantalla de ordenador. No, esto no lo necesito, no, esto no sirve de nada, no, esto ya lo tengo, no, no, no. Basta. Bicho malo.
Así que el Black Friday SÍ, pero con mucho, pero mucho AUTOCONTROL.
¿Seremos capaces?